29 de marzo de 2020
¿Cuánto tiempo no me vi envuelta en mi carcaza moribunda? ¿Cuántos años no me daba por reclamada por las tinieblas? Han sido tantos que honestamente no recuerdo, me creía muerta, podrida y sin esperanza, ¿quién podría hacer algo por mí? ¿Quién podría desnudarme para verlo? Nadie si no lo permitía y finalmente sucedió, finalmente el velo fue arrebatado y pude ver mi espíritu lacerado, putrefacto, corrupto, no pude evitar sentir el olor a mierda que emanaba de mí, deplorable, putrido, ¿cómo no pude darme cuenta? ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Cómo vivía si es que en serio lo hacía? Comprendí la razón de mi continua autodestrucción, porque me seguía lastimando incluso cuando me decía sana y no solo a mí, a otros y fue lo que más me dolió en el alma, ahí lo entendí todo.
Me derramé ante mi padre sin consuelo, desnuda por completo, por primera vez me sentí tan vulnerable, sucia, desolada y él me tomó y me restauró, con la sangre de su único hijo me lavó, me ama tanto que lo dio para que tuviera vida eterna y no fue por mí, fue por gracia.
Oh, padre, cuan grande y sublime es tu amor que no logro comprenderlo, sin embargo, no necesito hacerlo, no hay palabras para describir la paz y el alivio que siento hoy, porque definitivamente me siento amada y valiosa.
Y aún hay camino por recorrer, pero he sido restaurada y se me ha permitido nueva vida, ésta vez no lo olvidaré, sé que no lo haré, mis dedos tocan la comisura del amor, de tu amor y sí, también del amor propio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario